LUIS BENÍTEZ
Aug 2, 2021
Nota de Luis Benítez Viceversa Magazine, de Nueva York,
Hay narradores que, deseándolo o no, condensaron todo su genio en el logro de un exclusivo personaje, ya definitivamente asociado a sus nombres en la historia de la literatura. Hay otros que optan o son elegidos por la construcción de sitios imaginarios para que los erijan en función de revelar la compleja trama de las interrelaciones humanas mediante un sinnúmero de personajes, cuya sólida trabazón coral es la encargada de producir en el lector esa genuina revelación, la generación de una epifanía atravesada por múltiples voces.
Los ejemplos de estas edificaciones son tan repetidos como singulares y el primero que seguramente vendrá a la mente será el Macondo de Gabriel García Márquez (1927-2014), pero inmediatamente seguido por el condado de Yoknapatawpha, de William Cuthbert Faulkner (1897-1962) y la Santa María de Juan Carlos Onetti Borges (1909-1994). Con un esfuerzo mayor de la memoria, hasta podremos recordar Amaurota, la capital de la isla de Utopía, de santo Tomás Moro (1478-1535), y también Pndapetzim, enclavada por Umberto Eco (1932- 2016) en su novela Baudolino.
La que vamos a recordar para siempre y con extrema facilidad, luego de leer esta flamante entrega del gran escritor correntino José Gabriel Ceballos, es su Buenavista, localidad ficcional que no debuta como “personaje coral” en su obra, pero que en la colección de cuentos que nos ocupa alcanza una perfección formal y una condensación de sentidos ya preanunciadas desde sus primeras apariciones, a todo lo largo de la secuencia de títulos donde Ceballos se ha ocupado de ella. Infatigable albañil literario, el autor ha erigido el poblado, muy característico del interior de la Argentina, poniendo especial cuidado en que los ladrillos, es decir, el nutrido número de protagonistas de sus narraciones, así como los personajes secundarios y terciarios que con ellos se cruzan e interrelacionan, dotaran a Buenavista de una consistencia única y de una solidez argumental que no ofrece prácticamente hueco alguno donde la crítica pueda señalar altibajos o falta de rigor.
Esta estructura tan bien lograda por Ceballos y llamada a convertirse en un hito por demás sobresaliente en el paisaje desigual de nuestras letras tiene sus cimientos bien arraigados en el relato popular, el costumbrismo correctamente entendido y por demás alejado de esa plaga que es el pintoresquismo recalcitrante; tampoco posee lazos de parentesco, ni de segunda ni de tercera generación, con el freído y vuelto a freír realismo mágico, con sus vicios exotizantes y desgastado ya hasta los huesos.
Las calidades y los valores de los 15 relatos que componen Buenavista capital del sexo se asientan, en mayor medida, en los detalles de los caracteres principales imaginados por Ceballos, a los que dota de una vivacidad y frescura tales que dejan la sensación de haberlos conocido. Se trata de personalidades que cubren un extenso abanico de variables, desde los rasgos más patológicos hasta la más genuina ingenuidad, pero no esculpidos como arquetipos donde predomina exclusivamente una u otra característica, sino –al modo en que más comúnmente se nos presentan las personas- provistos de una sinergia contradictoria y al mismo tiempo amalgamada gracias a una paradójica combinación de factores opuestos y complementarios. Así logrados, luego Ceballos pone en acción a los habitantes de su Buenavista: extras, comparsas, figurantes, integrantes del coro y primeras vedettes de una suerte de comedia humana, muy humana, que se despliega ante nosotros al modo de una caja de sorpresas. Cada uno de los seres que habitan Buenavista capital del sexo nos narra algo propio dentro de la narración general que recorre el volumen, ya que las historias se relacionan y modifican entre sí -a pesar de tener confines acotados- no solo por trascurrir en el mismo escenario, sino por participar en su conjunto de un verdadero muestrario de las características posibles de lo humano. Los conflictos, el deseo, los celos, la codicia, el amor cierto y el fingido, la tontería que también es propia de nuestra misma condición, la locura y la cordura, reinan en Buenavista como en todas partes, pero el arte singular del escritor correntino se las arregla para enseñarnos que esa muestra de mundo que recoge su escritura perfectamente podría, en sus trazos más gruesos o en los más sutiles, ser justamente aquella donde estamos leyendo sus páginas.
Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido numerosos reconocimientos tanto locales como internacionales, entre ellos, el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina. Sus 36 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro fueron publicados en Argentina, Chile, España, EE.UU., Italia, México, Suecia, Venezuela y Uruguay.
Buenavista capital del sexo, de José Gabriel Ceballos:
• Viceversa Magazine, de Nueva York, publicó la reseña de Luis Benítez: